jueves, 27 de enero de 2011

Como esa aguja del reloj que ha perdido el tiempo...


Un cuento de mis prefes


En una de las paredes de mi cuarto hay colgado un hermoso reloj antiguo que ya no funciona. Sus manecillas, detenidas desde casi siempre, señalan imperturbables la misma hora: las siete en punto.

Casi siempre, el reloj es sólo un inútil adorno sobre una blanquecina y vacía pared. Sin embargo, hay dos momentos en el día, dos fugaces instantes, en que el viejo reloj parece resurgir de sus cenizas como un ave fénix.

Cuando todos los relojes de la ciudad, en sus enloquecidos andares, y los cucús y los gongs de las máquinas hacen sonar siete veces su repetido canto, el viejo reloj de mi habitación parece cobrar vida. Dos veces al día, por la mañana y por la noche, el reloj se siente en completa armonía con el resto del mundo.

Si alguien mirara el reloj solamente en esos dos momentos, diría que funciona a la perfección... Pero, pasado ese instante, cuando los demás relojes callan su canto y las manecillas continúan su monótono camino, mi viejo reloj pierde su paso y permanece fiel a aquella hora que una vez detuvo su andar.

Y yo amo ese reloj. Y cuanto más hablo de él, más lo amo, porque cada vez siento que me parezco más a él.

También yo estoy detenido en un tiempo. También yo me siento clavado e inmóvil. También yo soy, de alguna manera, un adorno inútil en una pared vacía.

Pero disfruto también de fugaces momentos en que, misteriosamente, llega mi hora.

Durante ese tiempo siento que estoy vivo. Todo está claro y el mundo se vuelve maravilloso. Puedo crear, soñar, volar, decir y sentir más cosas en esos instantes que en todo el resto del tiempo. Estas conjunciones armónicas se dan y se repiten una y otra vez, como una secuencia inexorable.

La primera vez que lo sentí, traté de aferrarme a ese instante creyendo que podría hacerlo durar para siempre. Pero no fue así. Como mi amigo el reloj, también se me escapa el tiempo de los demás.

Pasados esos momentos, los demás relojes, que anidan en otros hombres, continúan su giro, y yo vuelvo a mi rutinaria muerte estática, a mi trabajo, a mis charlas de café, a mi aburrido andar, que acostumbro a llamar vida.

Pero sé que la vida es otra cosa.

Yo sé que la vida, la de verdad, es la suma de aquellos momentos que, aunque fugaces, nos permiten percibir la sintonía del universo.

Casi todo el mundo, pobre, cree que vive.

Solo hay momentos de plenitud, y aquellos que no lo sepan e insistan en querer vivir para siempre, quedarán condenados al mundo del gris y repetitivo andar de la cotidianidad.

Por eso te amo reloj. Porque somos la misma cosa tú y yo."

Extraído del libro de cuentos 'Déjame que te cuente', de Jorge Bucay.

miércoles, 19 de enero de 2011

educar para ser ciudadanos justos

"Hay una escuela grande como el mundo.

Allí enseñan maestros, profesores, abogados, albañiles, periódicos, televisores, carteles callejeros, el sol, los temporales, las estrellas.

Hay lecciones fáciles y lecciones difíciles.

De aprender no se acaba jamás, y aquel que no sabe es siempre más importante que aquel que sabe ya.

Esta escuela abarca todo el mundo.

Abre los ojos, tu también ya eres su alumno."

GIANNI RODARI: El libro de los errores


Para rebautizar el blog, ahora que decidí reinventarme...
Para retomar lo que nunca llegue a empezar, y quizá siempre necesité.
Como un viento nuevo, que huele a recuerdo, tan solo unas lineas, cual constante matemática que nos dice que "el agua nunca vuelve al mismo cauce, pero el río siempre nos devuelve el mismo agua". (Coti)

un clásico siempre es un buen regalo.


(Paráfrasis a Tagore)

En mi cielo al crepúsculo eres como una nube

y tu color y tu forma son como yo los quiero,

eres mía, mía mujer de labios dulces

Y viven en tu vida mis infinitos sueños.

El brillo de mi alma, te sonrosa

Y el agrio vino es mas dulce en tus labios.

¡Oh ¡ segadora de mi canción de atardecer,

como te sienten mía, mis sueños solitarios,

Eres mía, mía voy gritando en la brisa de la tarde,

Y el viento arrastra mi voz viuda.

Cazadora del fondo de mis ojos,

Tu robo estanca el agua de tu mirada nocturna.

En la red de mi música estas presas amor mío,

Y mis redes de música, son anchas como el cielo.

Mi alma nace a la orilla de tus ojos de luto.

En tus ojos de luto comienza el país del sueño.

Pablo Neruda


y más cuando proviene de dos de los más grandes...